El regreso de los antiguos camaradas
Algunos de los 12 militares que acompañaron a Gadafi en la revolución de 1969 emergen como candidatos para liderar el cambio ante la falta de sociedad civil
NAIARA GALARRAGA - Madrid -
La fiesta nacional de Libia es el 1 de septiembre, aniversario del golpe de Estado contra el rey Idris, en 1969. Una asonada incruenta que lideró a los 27 años Muamar el Gadafi , el más joven de los 12 oficiales que lo dirigieron. Algunos de aquellos antiguos camaradas -eran compañeros en una escuela militar de Bengasi- han muerto, otros se apartaron del régimen, otros fueron apartados. Y alguno ha permanecido a su lado estas cuatro décadas. Pero incluso entre estos últimos la lealtad tiene un límite. Al menos dos de ellos, Abdel Fatah Yunis y Abdel Monem al Houni, se unieron a la revuelta rebelde la semana pasada. Ambos, junto a Abdusalam Jalloud, purgado en los noventa y apartado de la vida pública desde entonces, pueden ser claves el día después de Gadafi. El Ejército, aunque débil, es posiblemente lo más parecido a una institución que queda en este país sin partidos, sindicatos, poder legislativo ni sociedad civil.
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- Trípoli.
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Los expertos más pesimistas temen una caza de brujas sangrienta
El dictador desmanteló toda estructura que podía amenazarle
La semana pasada Yunis dejó su cargo de ministro del Interior y Houni, el suyo de representante ante la Liga Árabe. Ambos participaron en aquel golpe que tuvo que ser aplazado dos veces porque las fechas elegidas coincidían con sendos conciertos de la venerada cantante Um Kulzum.
Los expertos más pesimistas temen que el día después a Gadafi empiece una sangrienta caza de brujas. "Habrá un vacío de poder", explicó al diario The New York Times la experta en Libia Lisa Anderson. "No veo muy factible que la gente quiera dejar las armas y volver a sus trabajos de burócrata", añadió.
El coronel Gadafi desmanteló cada estructura que pudiera suponer un desafío a su poder. Igualmente, se aseguró de que nadie le hiciera sombra. Incluso enfrentó a sus hijos sin nombrar oficialmente a ninguno heredero. Ninguna de las tribus tiene poder en todo el país porque Gadafi se encargó de enemistarlas, pero algunos de aquellos alzados contra el monarca son gente respetada, aunque rondan los 70 años.
"El Éjército es débil. No es el guardián del Estado, como sí lo era en Túnez y Egipto. Gadafi lo mantuvo sujeto porque no quería ser derrocado por un golpe militar como el que le llevó al poder", explicó el experto del Consejo de Relaciones Exteriores Robert Danin al diario The Globe and Mail.
A la filóloga árabe Mercedes Fonte Cuy, que ha vivido 27 años en Libia, no le sorprende nada que Yunis y Houni abandonen ahora al régimen. "Al que se levantaba un poco en los cuarteles se lo llevaban por delante, pero en privado los militares insultaban a Gadafi", asegura esta española de 53 años casada con un exmilitar libio, con el que tiene cinco hijos. Sostiene que el malestar era grande, sobre todo entre los militares del discriminado este del país. Los uniformados se han subido al carro revolucionario que iniciaron los jóvenes, según Fonte. "Se sentían muy controlados", resentidos y humillados".
Relata que no era raro que algún hijo del coronel se presentara en un cuartel y tratara con actitud despótica a los mandos, incluidos los antiguos camaradas de su padre. Los militares tenían que tragar.
Yunis ostentaba en los últimos tiempos el cargo de ministro del Interior -lo que tampoco significa tanto en un país donde solo el Ministerio del Petróleo tiene poder-, pero antes dirigió la escuela militar de comandos y paracaidismo en Bengasi. Fonte asegura que "es un hombre estricto, serio, que mantiene las distancias".
Houni, el exjefe de la delegación ante la Liga Árabe, supuestamente participó en un golpe contra Gadafi en 1975, según el think tank Starfor. Estuvo exiliado en Egipto hasta que, hace 10 años, el expresidente egipcio Hosni Mubarak convenció a Gadafi para que le permitiera volver. Houni debió recobrar la confianza del déspota para ser embajador.
Otro de los hombres clave es Jalloud, el que fue número dos del coronel hasta 1993, cuando le apartó. Fonte cuenta que "era muy buen orador, tenía muy buena presencia y mucha relación con Egipto". Añade que ha vivido al sur de Trípoli. Su tribu, Maqarha, ha dado la espalda al dictador, según Al Yazira.
Mustafá al Kharubi y Al Khwaidi al Hmaidi, que también participaron en aquella asonada que aprovechó que el rey Idris había viajado a Turquía por motivos de salud, siguen probablemente al lado del líder, porque no hay noticias de que hayan desertado. Se rumorea que el coronel Abu Baker Yunis Jaber, jefe del Estado Mayor del Ejército durante 40 años, está bajo arresto domiciliario.
Emhemmed al Mghariaf murió en un accidente de coche, y varios más de aquellos oficiales que se alzaron en armas y echaron al rey sin derramar sangre en unas horas se apartaron (o los apartaron) del régimen y viven en Libia discretamente.
Las siete vidas del coronel
- 1969. Gadafi y otros oficiales del Ejército derrocan al rey Idris I e instauran el Consejo Supremo de la Revolución.
- 1975. Fracasa un intento de golpe de Estado de oficiales contra el líder, que en represalia ordena el asesinato de 22 sospechosos de la trama.
- 198o. Después de sobrevivir
a varios intentos de asonada militar, Gadafi comienza a ordenar el asesinato de disidentes en el extranjero. - 1981. EE UU derriba a dos aviones libios en el golfo de Sirte.
- 1982. El jefe del Estado sobrevive a un atentado en la base naval en Tobruk.
- 1984. Fracasa un plan urdido en el cuartel de Bab el Azizia de Trípoli por un gobernador regional, pariente del líder, para derrocarlo.
- 1986. Atentado contra una discoteca en Berlín que mata a tres soldados norteamericanos. Como represalia, aviones de EE UU bombardean Trípoli y Bengasi, matando a 44 personas, incluida una hija
del coronel Gadafi.
- 1988. Atentado contra un avión de Pan Am que estalla sobre Lockerbie (Escocia). Mueren 270 personas. Dos libios son acusados por la justicia británica, pero Gadafi se niega a entregarlos.
- 1992. Naciones Unidas impone sanciones económicas y diplomáticas a Libia para que entregue a los sospechosos del atentado de Lockerbie.
- 1996. Intento de golpe de Estado en la región de Sirte.
- 1997. Intento fallido de asesinato de Gadafi por parte de elementos nacionalistas libios en la región de Bukrine.
- 1998. Una mujer soldado salva a Gadafi de un atentado en Darna, haciendo de escudo con su cuerpo. La militar y otras 16 personas mueren en el ataque, mientras el líder libio queda herido.
Los rebeldes llegan a las puertas de Trípoli
Los rebeldes llegan a las puertas de Trípoli
La caída de Zauiya marca un hito en el avance de las fuerzas insurgentes hacia la toma de la capital - ACNUR dice que 100.000 personas han abandonado el país
ÁLVARO DE CÓZAR | Ras el Ajdir (Enviado Especial)
La antigua bandera tricolor del reino de Libia -roja, verde y negra- ondea sobre la ciudad de Zauiya, controlada ya por las tropas rebeldes , una mezcla de comités ciudadanos y de militares contrarios al régimen de Gadafi. Las batallas de los últimos días se han decantado finalmente del lado de los opositores y ni la artillería pesada, ni las incursiones esporádicas de los mercenarios africanos pagados por el dictador han logrado someter a los ciudadanos. Su resistencia a esos ataques les ha dado ventaja en su afán por acercarse a las puertas de Trípoli . Los rebeldes ya están a las puertas de la capital y último bastión del régimen que ha dominado el país magrebí durante los últimos 42 años.
Los últimos reductos de Gadafi
GRAFICO - El Pais - 27-02-2011
Avance del levantamiento popular en Libia. - AGENCIAS / EL PAÍS
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En algunas paredes de Trípoli se tilda al dictador de "chupasangre"
El fin del régimen es "inevitable", según el ministro de Exteriores italiano
La localidad de la costa oeste de Libia, a 50 kilómetros de la capital, se convierte desde ahora en un punto estratégico para derrocar al dictador. No solo por poseer refinerías de petróleo y un puerto, sino por sus éxitos a la hora de repeler con escopetas los embates de las fuerzas leales a Gadafi. Los testimonios que venían de la ciudad, de 200.000 habitantes, hablaban de los castigos del régimen por haberse rebelado . La sangre corrió por las calles el miércoles y el jueves, pero los ciudadanos, apoyados por los soldados, resistieron la munición del calibre 14,5 disparada desde ametralladoras antiaéreas, según la información obtenida esta semana por este periódico.
Ayer ya no eran solo las voces de la red social Twitter y las llamadas telefónicas las que hablaban de la conquista de Zauiya, sino las noticias enviadas por periodistas desde la misma ciudad. El grupo de reporteros invitados por el Gobierno libio el jueves a un tour por Trípoli ha tenido suerte. Lo que se preveía como el paseo por un escenario teatral, en el que se iba a eliminar toda prueba de disidencia, ha acabado siendo contra el régimen.
Según las crónicas de medios como el periódico The New York Times o la agencia Reuters, en Trípoli hay imágenes de Gadafi en las paredes en las que se puede leer "chupasangre". Los periodistas han conseguido hablar con gente que ha manifestado su repulsa a la represión y ayer, inexplicablemente, visitaron Zauiya para confirmar que estaba bajo el control total de la oposición. "La gente quiere la caída del régimen", gritaba la multitud, aseguró la periodista de Reuters.
El hijo de Gadafi, Saif el Islam, la cara más visible del Gobierno durante todo el conflicto, había llegado a decir que había un abismo entre la realidad y lo que estaban contando los medios internaciones. "Todo el sur está tranquilo, el oeste también, el centro también, incluso parte del este", dijo Saif a la cadena ABC. Sin embargo, en las calles de Zauiya había agujeros de bala en las casas y coches quemados. La plaza central ha sido el lugar elegido para el funeral por las 11 víctimas que cayeron en el duro combate del jueves. "Necesitamos justicia. La gente está siendo asesinada. La gente de Gadafi ha matado a mi sobrino", explicó un hombre llamado Chawki a los periodistas. "Necesitamos ayuda del exterior. Nunca usaremos la fuerza ni haremos daño a nadie, solo queremos nuestros derechos civiles. Gadafi tiene que irse. No hay otra posibilidad".
Las imágenes que se pueden ver del oeste del país muestran a la gente subida en tanques haciendo el símbolo de la victoria. Todas estas escenas subrayan día tras día la pérdida de poder de Gadafi, acorralado en la capital, obcecado con la idea de mostrarse ante su pueblo como un rey aclamado por quienes aún le siguen y amenazado por ambos lados del país, este y oeste. Incluso una eventual huida de la capital hacia su provincia natal, Sirte, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, le supondría tener que vencer primero en Misrata, la tercera ciudad más grande del país y una de las que se ha rebelado por el este. Algunas informaciones señalaban ayer la existencia de ataques en esa zona.
Mientras tanto, varias ciudades del oeste en manos de los comités revolucionarios se organizan para marchar hacia Trípoli, según comentó a la agencia France Presse uno de sus líderes.
Aun así, la carretera de 200 kilómetros que llega hasta Trípoli sigue tomada por el régimen. Acompañados por funcionarios del Ministerio de Información, los periodistas invitados tuvieron que atravesar ocho puestos de control antes de llegar a Zauiya.
La situación en el resto del camino es parecida, según cuentan los refugiados que llegan a la frontera de Ras el Ajdir. Cerca de Zuara, hay una base militar controlada aún por partidarios del dictador. También controlan los accesos por el sur a través del desierto. Los únicos que pueden circular por esa carretera son los refugiados que llegan a Túnez. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) dijo ayer que unas 100.000 personas han abandonado Libia por las dos fronteras huyendo de los ataques.
A medida que Gadafi pierde poder dentro de Libia, desde fuera también se estrecha el cerco contra su régimen. Los Gobiernos de Italia y Reino Unido ya han manifestado que el dictador debe abandonar el poder. Londres incluso ha retirado la inmunidad diplomática del dirigente y de toda su familia. "Hemos llegado, creo yo, a un punto de no retorno", aseguró el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, a la cadena Sky Italia. "Es inevitable que [Gadafi] acabe abandonando el poder".
Cruzando el Rubicón en Wisconsin
Cruzando el Rubicón en Wisconsin
Por Charles Krauthammer
La multitudinaria confusión que domina ya las legislaturas de Wisconsin, Ohio e Indiana y dentro de poco algunas más marca un momento político épico. La nación se enfrenta a una crisis fiscal de proporciones históricas y, extraordinariamente, nuestro confundido, paralizado y presuntamente averiado mecanismo político ha producido una nitidez singular.
Una elección a hacer, no un patrón a repetir: unos Demócratas que desesperadamente defienden el estatus quo; unos Republicanos que acuden a las barricadas.
Wisconsin es el epicentro. Empezó con cuestiones económicas. Cuando el Gobernador Scott Walker propuso que los funcionarios públicos del estado aportaran una parte mayor de su nómina a los planes de pensiones y de salud, inició una revolución. Los maestros se ausentaron por enfermedad. Los centros escolares cerraron. Los manifestantes se agolparon en el capitolio del estado. Los senadores Demócratas abandonaron el estado para paralizar la Legislatura.
Desafortunadamente para ellos, tan telegénico panorama de estilo El Cairo mal copiado concentró la atención nacional sobre la polémica -- y sobre los atractivos términos de los acuerdos que los sindicatos del sector público llevaban años cerrando. Se les retenía una quinta parte de centavo por cada dólar de su nómina en concepto de sus pensiones y la cuarta parte de lo que se retiene a los trabajadores del sector privado en concepto de seguro médico.
Los sindicatos entendieron rápidamente que el más del 85% de Wisconsin que no forma parte de este privilegiado colectivo de interés no iba a ver con buenos ojos que "los empleados públicos" se opusieran a unos ajustes que les siguen reteniendo en concepto de pensión menos que a los empleados del sector privado. Inmediatamente capitularon y dijeron estar protestando por la otra sección del anteproyecto, la sección relativa a la negociación del convenio colectivo.
Efectivamente. Walker comprende que un recorte puntual no significa nada. La tesitura económica del estado -- un déficit presupuestario de 3.600 millones de dólares a los dos próximos ejercicios -- no se produce porque sí. Se presenta sobre todo a causa de un desequilibrio de poderes durante medio siglo entre los sindicatos y los políticos con los que negocian colectivamente.
En el sector privado, el capitalista sabe que cuando negocia con el sindicato, si se deja llevar por las buenas intenciones, perderá hasta la camisa. En el sector público, los políticos que aprueban cualquier acuerdo no se están jugando ninguna parte de su dinero. Muy al contrario, cuanto más favorable sea el grado al que cedan a las exigencias sindicales, más probable será que sean receptores de la generosidad sindical a las próximas elecciones. Es el entramado perfecto.
Para corregir estos incentivos perversos que benefician a las dos partes de la negociación a expensas del contribuyente, el anteproyecto de Walker limita cualquier futura negociación entre gobierno y sindicatos exclusivamente a los salarios. Excluidas de las negociaciones quedarían las pensiones, los términos favorables de una negociación así más fácilmente ocultables que hay que pagar después de que los políticos que los negociaron hayan desaparecido. El anteproyecto también obliga a que los sindicatos sean homologados cada año y a que las cuotas de afiliación sean voluntarias.
Reconociendo esta amenaza al poder sindical, el Partido Demócrata anda metiendo dinero a manos llenas en la batalla. Los sindicatos del sector privado se han contraído hasta menos del 7% de la mano de obra. La fuerza de los Demócratas reside en los funcionarios públicos que constituyen ya la mayoría de la población activa afiliada a un sindicato y brindan un apoyo masivo al partido. Para ellos, Wisconsin representa un efecto de contagio peligroso.
De ahí el interés del momento actual - su claridad cegadora. Aquí tiene a los Demócratas, avatares del progresismo reaccionario, tratando desesperadamente de aferrarse a los réditos de sus glorias pasadas -- desde la insostenible protección social federal de los ancianos promulgada cuando la esperanza de vida era de 62 años a las masivas promesas por escrito hechas a los sindicatos del sector público cuando las arcas del estado estaban llenas y nadie prestaba atención.
Los Demócratas de Obama se han convertido en el partido del no. ¿Recortes de verdad a los presupuestos federales? No. ¿Reforma del bienestar? No. ¿Reforma tributaria? No. ¿Desmantelar la simbiosis corrupta y fiscalmente insostenible entre los sindicatos del sector público y las administraciones estatales? Ni se le ocurra.
Hemos escuchado a todo hijo de vecino -- desde la propia comisión de deuda de Obama al jefe del Estado Mayor - llamar amenaza mortal a la nación a la inminente crisis de la deuda. Hemos visto inmolarse a Grecia. Podemos ver el futuro. La única pregunta ha sido: ¿Cuándo va a despertar de una vez el país?
Sorprendentemente, la respuesta es: ahora mismo. Encabezada por el reconocidamente progre estado de Wisconsin - Scott Walker a nivel estatal y el secretario del Comité Presupuestario Paul Ryan a nivel legislativo - una nueva generación de Republicanos ha visto la deuda y está cruzando el Rubicón. Temerariamente seguros, plantean la pregunta a la nación: ¿Somos serios?
Viaje a las fuentes
Viaje a las fuentes
Por Mario Vargas Llosa
El País, Madrid
La civilización más antigua de América floreció hace unos cuatro o cinco mil años y ha dejado unos testimonios impresionantes de su complejidad y poderío a unos 200 kilómetros al norte de Lima. Nunca sabremos cómo la llamaban y se llamaban entre sí sus pobladores, pues el nombre con que ahora se la conoce -Caral- apareció seguramente en la región muchos siglos después de que aquella notable sociedad se hubiera extinguido tan brusca y misteriosamente como ocurrió, en América Central, con la civilización maya.
Cuando la arqueóloga Ruth Shady Solís llegó hasta aquí, en 1993, y se instaló a vivir en una carpa para iniciar sus investigaciones, esta gigantesca explanada salpicada de colinas (que en verdad eran adoratorios y templos) y cercada por los contrafuertes color tierra de las estribaciones de la Cordillera de los Andes debía parecer un paisaje lunar. Imponente y bellísimo, eso sí, con su profundo silencio, su soledad, sus piedras milenarias y la miríada de estrellas chisporroteantes iluminando las noches despejadas. Durante mucho tiempo sus únicos compañeros fueron los zorros, las lagartijas y alguna que otra culebra del desierto.
Ruth no fue el primer arqueólogo en saber que la zona de Supe-Barranca-Pativilca del litoral peruano escondía restos arqueológicos. Existía un catastro que, desde años atrás, lo señalaba. Pero lo que ni ella, ni nadie, podía sospechar era la magnitud de las construcciones -templos, sepulturas, plazas, anfiteatros, altares- enterrados en aquel páramo y, mucho menos, su milenaria antigüedad.
Algún día se escribirá una biografía de Ruth Shady Solís y, aunque todo lo que en ella se cuente sea estricta verdad, se leerá con el hechizo que se leen las buenas novelas. Su padre era un judío centro-europeo que llegó al Perú huyendo de las persecuciones antisemitas, un hombre culto y apasionado del pasado y de las piedras cargadas de historia, que la llevaba de niña a recorrer los monumentos prehispánicos de los alrededores de Lima y, más tarde, del resto del Perú. Su vocación por la arqueología fue, pues, precoz. Estudió en San Marcos. En los años ochenta hacía trabajo de campo en Bagua, una región amazónica que por aquella época se vio ensangrentada por las acciones terroristas y antiterroristas, que causaron estragos entre las comunidades nativas. Ruth debió dejar Bagua, muy a su pesar, y estuvo un tiempo vacilando entre distintos lugares donde concentrar su trabajo. El día que eligió Caral se encontró con su destino, como diría Borges.
Diecisiete años después se puede decir que ella ha protagonizado la más extraordinaria aventura que puede vivir un arqueólogo: haber sacado a la luz, de cabo a rabo, toda una civilización, de un elaborado refinamiento en su organización social y económica y en su destreza constructora, que ha añadido algunos miles de años de historia al continente americano. Porque los templos y las murallas de Caral, sus pirámides, sus plazas circulares y sus entierros y depósitos se extienden por un espacio considerable: unos 300 kms. de ancho por 400 kms. de largo. Su apogeo es contemporáneo del Egipto de los faraones, las ciudades sumerias de Mesopotamia y unos 1.800 años anterior al de los mayas.
No sólo fue suerte y oportunidad lo que le permitió esta formidable hazaña creativa. También, y acaso sobre todo, perseverancia, fe, pasión, y un espíritu pragmático que, enriquecido por una vocación vivida como una mística, permitieron a Ruth ir venciendo los innumerables obstáculos que jalonaron estos 17 años. Ella es una persona discreta y no se jacta de sus logros. Pero basta escucharla explicar lo que se ha podido saber de la civilización Caral -su aguzado espíritu comercial y de intercambios con todo su entorno, el protagonismo de la mujer en la vida social, su ingeniosa manera de servirse del medio ambiente adaptándose a él sin depredarlo- para sentir la energía que la anima. Es algo que Ruth ha sabido contagiar a sus colaboradores, una veintena de arqueólogos, hombres y mujeres jóvenes en su mayoría, que transpiran entusiasmo y cuyos esfuerzos han convertido estas ruinas en uno de los lugares más interesantes y bellos del Perú. Pues, ahora, hay en Caral centros de información, laboratorios, tiendas, librerías, comercios de objetos folclóricos y guías para turistas, construidos con buen gusto y perfecta adecuación al paisaje. Gracias a acuerdos suscritos con diversas universidades del mundo, científicos de muchos lugares vienen a participar en los trabajos e investigaciones que continúan en toda la región. El día que yo estuve allí, llegaba una vasta delegación de japoneses.
Entre los percances que debió vencer Ruth en estos 17 años consagrados a Caral, figura una emboscada a la camioneta en que ella venía de la costa, acompañada de un chófer, con el dinero de la planilla para los trabajadores. La pandilla de asaltantes había bloqueado la trocha con pedruscos. Recibió al vehículo con una lluvia de balas. Ruth ordenó a gritos al conductor que no se detuviera. La camioneta consiguió franquear las piedras dando bandazos y escapar. Pero tanto Ruth como el chófer recibieron disparos en el cuerpo y llegaron al hospital desangrándose. Ocurrió en el año 2003 y el jefe de la banda de los frustrados forajidos, apodado Orejas, anda todavía suelto, cebando su gran panza cervecera en los bares de Supe y de Huacho. A quien quiera escucharlo acostumbra decir que con los dólares que lleva en el bolsillo no hay policía ni juez que lo ponga entre rejas. Ahora, esos sobresaltos son anécdotas que Ruth comparte con los amigos, pero no debieron ser divertidos cuando los padeció. Ellos dan apenas un indicio de todas las pruebas que la arqueóloga de Caral debió enfrentar para sacar adelante su magna obra.
Hay gente que tiene una fértil imaginación arqueológica, que fácilmente le permite reconstruir, a partir de los restos y vestigios desenterrados por los arqueólogos, los palacios, los puentes, los templos y las plazas que alguna vez fueron y las costumbres de los hombres y mujeres que los habitaron. Yo carezco de esa aptitud. A mí me cuesta llevar a cabo esa restitución de lo ido y, por eso, las ruinas arqueológicas me suelen dejar indiferente y aburrirme. A no ser que la belleza del entorno natural sea un atractivo suplementario al histórico, como ocurre en Machu Picchu.
Pero, en la visita a Caral, me he sentido no sólo interesado, también conmovido. Tal vez porque el paisaje en que se alzan los templos, hecho de desiertos y montañas peladas, es sobrecogedor y deslumbrante, un gran estímulo para la imaginación. Tal vez porque las construcciones desenterradas están en buen estado y facilitan al visitante concebir más fácilmente que otras aquellos ritos y funciones para las que sirvieron. O tal vez por la vivacidad y el amor con que Ruth Shady Solís nos va informando -indiferente al destemplado sol que taladra los cráneos de los visitantes- sobre aquellos antiquísimos ancestros. Eran gente bastante atractiva, a primera vista. No parecían tener una inclinación preferencial por la guerra y la matanza, porque casi no figuran las armas entre los utensilios que colocaron en sus entierros. Practicaban los sacrificios humanos, desde luego, pero, al parecer, de manera esporádica. De otro lado, su sentido musical debía ser muy desarrollado, a juzgar por las delicadas cornetas y flautas traversas de hueso de auquénidos y de venados que se han encontrado a orillas del gran anfiteatro circular -el círculo y la espiral son figuras constantes de su arquitectura- que preside la ronda de pirámides de Caral.
Me despido de este lugar sin esa anticipada melancolía que suele embargarnos al partir de un lugar hermoso y hospitalario. Porque tengo la absoluta certeza de que volveré aquí muchas veces todavía.
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