Análisis & Opinión

Justicia y ley, y el caso de la francesa Florence Cassez
Luis Rubio
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
Justicia y legalidad deberían ser idénticas y simultáneas, pero no siempre es así. Las víctimas quieren justicia independientemente del cumplimiento estricto de la ley, en tanto que los acusados se amparan en el texto de la ley para evitar la arbitrariedad. La tensión entre estos dos principios elementales de convivencia social es saludable, pero no siempre fácil de conciliar.
El caso de la francesa Florence Cassez, acusada de secuestro, cae claramente en las grietas que arroja esta tensión a su paso. Al margen del caso específico, la pregunta importante para nosotros como ciudadanos es qué clase de sociedad queremos construir: una que se apega a las reglas y obliga a todos a cumplirlas, o una en la que la justicia es caprichosa y mediática, es decir, arbitraria.
Según un viejo axioma derivado de la era romana y atribuido al suegro de Julio César, hay que "dejar que la justicia sea hecha aunque se colapsen los cielos". El principio es lógico y poderoso: cuando se comete una injusticia, un crimen o un agravio, la víctima tiene todo el derecho de reclamar que quien sea culpable pague el precio de su acción en la forma que corresponda: resarciendo el costo, pagando una pena o purgando una sentencia. Nada hay más importante para una sociedad que el que los delincuentes enfrenten la ley y se haga justicia.
El problema, como bien sabemos los mexicanos, es que la realidad no siempre es tan nítida. Por ejemplo, no es obvio que se esté haciendo justicia cuando una comunidad actúa por su propia mano en la forma de un linchamiento. Es fácil comprender que una población que se siente agraviada por la enorme criminalidad que padece reclame justicia y esté dispuesta a aceptar cualquier medio justiciero como resarcimiento del daño. En un contexto en el que ha habido más de 30.000 muertos en años recientes y decenas de miles de secuestros y muchos más robos, el hecho de que al menos algunos delincuentes acaben en la cárcel parecería una forma razonable de justicia. Pero ¿a qué precio?
El caso Cassez es complicado por estas razones. Yo no tengo idea de la culpabilidad de la señora. Lo que sí me queda claro es que hubo una multiplicidad de violaciones en los procedimientos. Las víctimas de los secuestros que se le atribuyen evidentemente, y con razón, claman justicia. La pregunta es si cualquier precio de esa justicia es justificable.
Hace algunos años hubo un caso ilustrativo en España. Resulta que los narcos recibían la droga en altamar, la bajaban a lanchas super veloces para hacerla llegar a tierra para su distribución en el mercado. La droga fluía sin mayores estragos hasta que la policía tuvo la capacidad de interceptar esas lanchas. En un caso específico que se volvió paradigmático, la policía logró detener a una lancha. Sin embargo, para cuando los oficiales la abordaron, la droga había desaparecido en el mar. Aunque había fotografías del cargamento, la droga ya no se encontraba en la embarcación. El fiscal presentó su argumentación ante el juez, pero la falta de pruebas resultó contundente: en su decisión, el juez afirmó que no tenía la menor duda del contenido de la carga en la lancha pero que, desde la perspectiva de la ley, la falta de evidencia pesaba más. Los narcos quedaron en libertad no porque fueran inocentes sino porque el juez privilegió el Estado de derecho. De manera similar, a muchos mexicanos se les han conmutado penas en EUA o han sido puestos en libertad, no porque no sean culpables, sino porque la fiscalía, el equivalente del ministerio público, se saltó pasos procedimentales (como no avisarle al consulado). O sea, por meros “tecnicismos”.
El Estado de derecho es el principio de que la autoridad tiene la legítima atribución de actuar estrictamente de acuerdo a las leyes que están escritas, son conocidas por todos y se adoptan y hacen cumplir de acuerdo a procedimientos establecidos. El principio tiene por objetivo salvaguardar a la población -víctimas o inculpados- de actos arbitrarios por parte del gobierno. Ese es el principio que afirman y hacen cumplir jueces como el español antes mencionado. No son meros tecnicismos: se trata de la esencia de la legalidad. Un mal proceder gubernamental se paga en la forma de un fracaso judicial.
El caso Cassez es complicado por estas razones. Yo no tengo idea de la culpabilidad de la señora. Lo que sí me queda claro es que hubo una multiplicidad de violaciones en los procedimientos. Las víctimas de los secuestros que se le atribuyen evidentemente, y con razón, claman justicia. La pregunta es si cualquier precio de esa justicia es justificable.
Hacer valer el Estado de derecho implica un compromiso con un orden social, político y legal distinto. Entraña, por principio, una disposición a aceptar la ley como norma y mecanismo de interacción entre las personas y entre éstas y el gobierno, cualquiera que sea el asunto. Implica que el gobierno (incluyendo policía y ministerios públicos) tiene que ser escrupuloso en su actuar. Si uno piensa en todos los temas en que la sociedad interactúa con el gobierno (como impuestos, regulaciones, asesinatos, robos, permisos, manifestaciones), imponer el Estado de derecho implicaría un cambio radical en nuestra realidad social y política. El número de instancias en que la población o las autoridades violamos la ley es impresionante.
Algunos casos muy sonados de delitos (como secuestros o asesinatos) tienden a generar un entorno social extraordinariamente cargado. Los medios toman posturas extremas y tienden a linchar a los presuntos culpables sin que haya mediado un juicio. Los procuradores alientan a la galería y atizan el fuego. Muchos de ellos acaban con las manos quemadas porque no lograron probar su caso o porque la impudicia en los procedimientos acabó derrotándolos (como fue el caso de una niña muerta en su cama en el estado de México). Nuestra costumbre es la de la nota roja, que es contraria a la esencia del Estado de derecho, cuyo principio elemental es que todo mundo es inocente hasta no ser probado culpable. La gran pregunta es, pues, qué clase de sociedad queremos construir: una que logra la revancha en cada esquina o una que se apuntala en el principio elemental de respeto a los derechos de las personas, sean víctimas o culpables.
En lugar de afianzar la legalidad y, con ella, avanzar la causa de la justicia, hemos convertido en circo mediático todos los temas relativos a la criminalidad. Las autoridades crean montajes para probar su argumentación, los reporteros se han convertido en fiscales y jueces de última instancia y las policías y ministerios públicos se consagran como las profesiones menos profesionales y competentes del país. Observar a “la Barbie” y “el JJ” convertirse en héroes populares debería darnos asco, porque no hay nada más contrario a la justicia. Y, sin embargo, esa es la forma en que la justicia y la ley, dos componentes centrales de una sociedad democrática, han avanzado en el país.
Lo que Correa dijo de Gaddafi en 2008
Análisis & Opinión

Lo que Correa dijo de Gaddafi en 2008
Gabriela Calderón
Editora de ElCato.org y columnista del diario El Universo (Ecuador). Se graduó en 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), entre otros. En 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.
En 2008, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, hizo una parada en Libia para visitar a Muammar Gaddafi, luego de haber visitado a Mahmoud Ahmadinejad en Irán. Al regresar a Ecuador, relató su visita en un programa semanal que se transmite los sábados en todos los medios públicos. Es muy revelador cómo Correa se quedó impresionado por un líder como Gaddafi y, además, sus opiniones acerca de alguien que ya llevaba en 2008 40 años en el poder. Aquí pueden leer la transcripción del audio:
“Llegamos a las 11:00. Vimos una caravana de 20 carros, tremendos carros, Mercedes Benz y todo eso y me llevan directo a la caravana… Bajamos donde el presidente y era una de las fiestas más importantes del islamismo, el día en que Abraham iba a sacrificar a su hijo en muestra de obediencia y Dios le manda un carnero gordo para que lo sacrifique. Entonces, el mundo islámico hace también esa fiesta y sacrifican un carnero ese día, en algunos países son dos o tres días de fiesta.
Resulta que, para sorpresa mía, me estaba esperando el presidente Gaddafi a unos diez minutos del aeropuerto, en una pampa que es una reserva natural… Que camellos, gacelas y en carpas.
Unas carpas maravillosas, pero carpas… cuidado se confundan con estas, (esas) enormes del tamaño de este patio, con calefacción, muebles y nos estaba esperando para festejar con nosotros la fiesta del sacrificio islámico, imagínense qué detalle.
"En Europa está bien que tenga reyes, pero ¡uy¡ que Irán tenga un Ayatolah, terrible verdad o que el Libia haya otro sistema de comunidades de base, etc. y elijan permanentemente al mismo dirigente ¡uy! qué terrible".
Yo no conocía a Gaddafi, entonces me dio mucho gusto conocerlo. Aquí también es de las figuras muy maltratadas porque lo ponen como esos locos criminales, sedientos de sangre, etc. Sepan ustedes que Gaddafi fue un capitán de 26 años… Libia era una colonia italiana, Italia es vencida en la Segunda Guerra Mundial, entonces se ponen bases norteamericanas, inglesas en Libia.
Se la trata como colonia pese a que ya había declarado su independencia. Hay una monarquía corrupta, entreguista y decadente del rey Idris y toda su familia y habían 45.000 italianos que manejaban toda la economía de Libia: petróleo, agricultura etc.
Entonces, qué pasa: Gaddafi, creo que estudiaba en Londres, y de repente va a un casino por curiosidad, eh incluso el Islam prohíbe el juego, y encuentra a un tipo que estaba perdiendo millones de dólares en la ruleta qué se yo. Cuando se acerca ve que era un miembro de la familia real de Libia gastándose toda la plata del pueblo libio, entonces decide hacer la revolución (Gaddafi). Hace el golpe de Estado, revela las tropas contra la monarquía y, de 26 años asume el poder. Ya lleva más de 40 años en el poder.
Eso es otra cosa que tenemos que entender aquí: que debe haber elecciones cada cuatro años, que debe haber alternabilidad… Eso está muy bien para nosotros, pero hay otras culturas, entendamos. Pero no todos deben ser así. Buenos, entonces, digan a los reyes europeos que se sometan a elecciones…
Entonces, también hay una hipocresía, una doble moral terrible ahí. En Europa está bien que tenga reyes, pero ¡uy¡ que Irán tenga un Ayatolah, terrible verdad o que el Libia haya otro sistema de comunidades de base, etc. y elijan permanentemente al mismo dirigente ¡uy! qué terrible. Entendamos que hay otras visiones, otras culturas, otras formas de ver el mundo, otras clases de democracia… Entendamos eso por favor. En todo caso, es ahí donde hace la revolución Gaddafi y expulsa las bases norteamericanas, inglesas, expulsa a los italianos, nacionaliza la industria hidrocarburífica y por eso también le tiene tanto apetito el mundo occidental.
Bien, en todo caso nos recibió de una manera extraordinaria y le estamos muy agradecidos e incluso compartimos con ellos la cena del sacrificio, cheverísimo, con couscous… ¿Si han comido couscous, no? Es como sémola, es un plato típico árabe riquísimo, cordero, comen mucho cordero…
ataque contra opositores a Gadafi en Zauiya dejó 100 muertos
Aseguran que ataque contra opositores a Gadafi en Zauiya dejó 100 muertos y 400 heridos


El Cairo, 24 feb (EFE).- La ciudad libia de Zauiya fue escenario hoy de un ataque de fuerzas leales a Muamar el Gadafi que duró cinco horas y dejó unos 100 muertos y cerca de 400 heridos, según dijo un testigo a la cadena qatarí de televisión Al Yazira.
El testigo, identificado sólo por el nombre de Ali, dijo que las tropas llegaron a primera hora de hoy en 35 vehículos militares, que llevaban cada uno diez efectivos, “y comenzaron a abrir fuego contra la gente” que se encontraba en esa ciudad.
Los soldados utilizaron armas de gran calibre “como las que se usan para disparar contra tanques y aviones”, y sólo encontraron oposición de pobladores de Zauiya que estaban defendiéndose con armas cortas y escopetas de caza.
Zauiya está al oeste de Trípoli, no lejos de la frontera con Túnez. Hasta hoy, los ataques más graves contra los manifestantes de la oposición se han concentrado fundamentalmente en regiones del oriente del país.
El testigo dijo telefónicamente a Al Yazira que después de que el tiroteo se prolongara por cinco horas, hubo un descanso de unos quince minutos, y tras ello las tropas comenzaron a rondar la ciudad amenazando con matar a los civiles.
El testigo aseguró que entre los 400 heridos hay algunos con lesiones graves.
A la hora en que estaba manteniendo la comunicación, Ali dijo que los militares se habían retirado a unos 20 kilómetros de la ciudad “para planear otro ataque de nuevo”.
Informaciones previas de cadenas árabes confirmaban que la ciudad había quedado controlada en las últimas horas por opositores al régimen de Muamar el Gadafi.
El testigo citado por Al Yazira señaló que a primera hora de esta tarde había cerca de 4.000 personas concentradas en la plaza central de la ciudad.
“Todos han jurado no abandonar el lugar y si es preciso morir aquí”, añadió Ali. “La gente sólo está pidiendo una nueva Constitución, democracia y libertad, no tienen intención de matar a nadie”, agregó.
imágenes de los enfrentamientos en Bengasi
En video: impactantes imágenes de los enfrentamientos en Bengasi
El siguiente video de AssociatedPress contiene impactantes imágenes de una protesta de ciudadanos libios contra el gobierno de Gadafi en la ciudad de Bengasi.
El jefe de la Policía de la ciudad libia de Bengasi, general Ali Huweidi, anunció su dimisión y dijo que se había sumado a la revolución popular, informó la cadena de televisión qatarí Al YaziraDinero del contribuyente
Dinero del contribuyente
Sergio SarmientoLa Auditoría Superior de la Federación entregó este 16 de febrero a la Cámara de Diputados su informe sobre la Cuenta Pública de 2009. Ese año apenas estaban comenzando los gastos para los festejos del Bicentenario que alcanzarían su punto culminante, como sabemos, en 2010. Pero desde el inicio estos gastos estuvieron marcados por irregularidades.
Señala la auditoría de la asf que el Fideicomiso Bicentenario hizo pagos por 580 millones de pesos a una empresa privada sin acreditar criterios que justificaran el gasto. También apunta que se entregaron 473 millones de pesos al Turissste para la realización de actividades que al final fueron subcontratadas a las empresas privadas sin procesos de licitación adecuados.
Una vez más encontramos que los fideicomisos, como el que creó el gobierno federal para manejar los gastos del Bicentenario, no tienen más propósito que gastar el dinero de los contribuyentes sin apegarse a los criterios establecidos. En muchos de los casos lo único que se busca es entregar contratos por adjudicación directa, sin competencia en precio o calidad.
La mayor parte del gasto del Bicentenario se erogó, como sabemos, en 2010. Lo que ha encontrado la Auditoría Superior hasta ahora no es más que una probadita de lo que sin duda veremos cuando en febrero de 2012 se entregue el reporte de la Cuenta Pública de 2010. Las semillas de la irregularidad ya estaban plantadas. El gobierno decidió crear un fideicomiso para evitar las reglas de gasto público y erogar el dinero de manera discrecional.
Lección
No es la primera vez que esto ocurre. Durante años los fideicomisos han sido empleados por distintos órdenes de gobierno para ocultar gastos o para aplicarlos de forma discrecional a las empresas que convienen a algún político. En la Ciudad de México, por ejemplo, el gasto en el segundo piso del Periférico durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se manejó a través de un fideicomiso. Lo mismo ocurrió con el dinero del rescate del Fobaproa, en el gobierno del priista Ernesto Zedillo. Lo mismo ha hecho ahora el gobierno panista en el poder.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto gastó el gobierno federal en los festejos del Bicentenario. Algunas erogaciones fueron un abierto desperdicio de recursos del contribuyente, como el monumento llamado Estela de luz en el paseo de la Reforma, que no estuvo listo a tiempo y que sigue siendo construido a paso lento presumiblemente con fondos del Fideicomiso Bicentenario.
El gobierno federal aprovechó también la discrecionalidad que le otorgaba el fideicomiso para contratar un desfile de carromatos y un espectáculo de luz y sonido con empresas extranjeras. Afortunadamente, se permitió que fuera el ejército mexicano el que desfilara el 16 de septiembre en lugar de subcontratar una fuerza extranjera.
La gran lección de todo esto es que los fideicomisos no deben seguir siendo una forma de evitar las reglas que se aplican al gasto público. Si estas reglas no son buenas, hay que cambiarlas. Pero no podemos permitir que a través de fideicomisos los gobernantes puedan disponer de los recursos públicos como les dé la gana.
La crisis lo desbordó
Carlos Ramírez
A partir de su falta de formación geoestratégica y dominado por los intereses de la comunidad de inteligencia y seguridad nacional de la Casa Blanca, el presidente Barack Obama decidió seguir los pasos de Ronald Reagan, George Bush padre y George Bush Jr.
El asunto va más allá de los discursos y las retóricas. A Obama le ha correspondido la misión histórica de replantear las posibilidades reales del imperio, pero carece de una visión geopolítica. A finales de 2009 se enfrentó al problema de Afganistán y se decidió por el término medio de entre quienes le pedían enviar más tropas y quienes proponían salirse de la plaza. Al final, la salida de Obama no fue una solución salomónica sino militarista.
A Obama se le está deshaciendo el mundo posterior al fin de la guerra fría y no sabe qué decisiones tomar: China se ha consolidado como la gran potencia, la Unión Europea trata de sobrevivir sin eu, Rusia viene de regreso y el Oriente Medio aprovecha las vacilaciones de la Casa Blanca para consolidar a las posiciones radicalizadas.
Las presiones de Obama sobre México a propósito del tráfico de enervantes forman parte del replanteamiento de las fronteras geopolíticas: la imposibilidad de imponer la pax imperial en Irak, la incapacidad para lidiar con los talibanes en Afganistán, la rebeldía de Irán, la crisis permanente en Corea del Norte, el lastre del peso geopolítico de Israel y ahora el colapso del Magreb han encontrado a Estados Unidos en pleno repliegue de fronteras estratégicas continentales.
El mundo y eu padecen las vacilaciones de Obama. Los presidentes de Estados Unidos se miden no por las encuestas ni por las frases retóricas que pasan a la historia, sino por tomar o no decisiones geoestratégicas para derrocar gobiernos, invadir naciones y defender sus intereses energéticos y financieros con cualquier tipo de decisión.
Ajedrez
Obama no sabe realmente qué hacer con México. Los mexican desk (oficinas donde pasan los temas mexicanos) en la comunidad de los servicios de inteligencia, seguridad nacional y política exterior se han dividido entre quienes funcionan con las retóricas expansionistas de Ronald Reagan —una guerra fría dominada no por la ideología sino por el dominio hegemónico— y los que aplican la doctrina imperial de Bush Jr. de amigos-enemigos.
Por eso existen líneas de explicación sobre México que son excluyentes: la de Obama, la de Hillary Clinton, la del Departamento de Defensa, la del ejército y la de los servicios de espionaje.
Lo grave para Obama es que no existe una línea general de interpretación.
Obama no ve a México como una nación independiente ni como un aliado estratégico, sino como una parte sensible de su escudo de seguridad nacional ante el desmoronamiento del viejo orden de la posguerra. Lo ocurrido en Irak-Afganistán y ahora en Egipto está arrinconando a Estados Unidos en América, lo que implica mayores presiones hacia los países más sensibles.
La crisis geoestratégica de eu obliga a México a replantear su política exterior y llegar a la conclusión de que tiene intereses geopolíticos que defender.
A México le llegó la hora de madurar como nación. Si no lo hace, entonces la Casa Blanca va a convertir a México en un peón del ajedrez y no en un alfil o una torre.
Ofensiva 2.0 y revolucionarios 2.0
Ofensiva 2.0 y revolucionarios 2.0
By RICARDO TROTTI
La revista Time no pudo tener mayor acierto que elegir al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, como el personaje del 2010. Un mes después, los alzamientos populares en Egipto y el resto del mundo árabe confirmaron la trascendencia de su red social, usada como medio y catalizador para sacudir las estructuras de gobiernos represores.
Sin que haya sido su intención, Zuckerberg se transformó en uno de los revolucionarios 2.0, así como cientos de miles de jóvenes en Medio Oriente que cambiaron adoquines y palos por Facebook, Twitter, YouTube o Google para conectarse y organizarse en las plazas públicas en tiempo récord y burlando censuras.
Pero aunque los gobiernos árabes fueron los sorprendidos, fue el de Barack Obama el que mejor lección aprendió. Después de casi un siglo de promover e imponer sin tanto éxito la democracia mediante costosísimas invasiones, guerras, e información y propaganda a través de la Voz de América, el gobierno estadounidense comprobó que el internet es un arma mucho más contundente, rápida, barata y menos traumática. No se necesitan tanques ni soldados, sino empoderar a los oprimidos para que armen sus propias revoluciones.
La evidencia, tras el derrocamiento presidencial en Egipto y Túnez, y el ``cibercontagio'' de protestas en Argelia, Jordania, Yemen, Bahréin, Libia e Irán, convenció a Obama de lanzar una pacífica pero decidida ofensiva 2.0 para promover la democracia y la libre expresión, advirtiendo que ya nadie será capaz de frenar con represión y violencia ``el hambre de libertad''.
En ese espíritu, la canciller estadounidense, Hillary Clinton, anunció una inversión de $25 millones para ayudar a blogueros y ciberdisidentes a burlar los bloqueos y filtraciones de gobiernos censores, como los de Arabia Saudita, China, Cuba, Egipto e Irán. En un encendido discurso, advirtió que los gobiernos totalitarios que no liberan el internet corren dos riesgos: sufrirán la experiencia que sacude al mundo árabe y se perderán los beneficios económicos y sociales que devienen del uso de la red virtual.
Más allá del mensaje hacia el exterior que se puede extraer de esta ofensiva 2.0, lo importante es que se ratifica la posición interna de EEUU de preservar la naturaleza abierta y libre de internet, que en algún momento se vio titubeante cuando Julian Assange filtró por WikiLeaks cables diplomáticos comprometedores, por lo que muchos pidieron su cabeza y acotar la autonomía de la web.
Las manifestaciones en el mundo árabe clarificaron el panorama. Hay una gran diferencia entre el necesario castigo que debe aplicarse contra los cibercriminales y los ciberdelitos --pornografía, piratería, espionaje, robo de identidad-- y lo importante que es la internet libre para neutralizar y contrarrestar la censura de los opresores.
Desde esta perspectiva, convendría que EEUU tolere ciertos abusos y que evite represalias contra Assange, ya que éstas podrán servir de excusa a los autoritarios para prohibir el internet. Precisamente, el abuso cibernético fue la justificación que usó el ex presidente Hosni Mubarak para apagar el internet por cinco días y encarcelar a Wael Ghonim, directivo de Google. No era para menos, Ghonim, otro revolucionario 2.0 como Assange, fue el responsable de las revueltas juveniles que desencadenaron la caída del régimen, después de crear una página en Facebook para protestar por el asesinato en junio de 2010 del bloguero Khaled Said a manos de la policía.
i bien la promoción de la red virtual como arma democrática es de eficiencia probada, será importante que el gobierno de Obama no caiga en la tentación de usarla como medio de propaganda. Una línea muy delgada divide la imposición de contenidos, como los microblogs ya lanzados en varios idiomas para arengar a los jóvenes, con las presiones que se deben generar contra los gobiernos tiránicos para que liberen el internet.
Obama debe recordar que el éxito del internet y las redes sociales está dado por la función limitada que en ellas tiene el Estado, el que no podría dotarlas de la creatividad, innovación y constante crecimiento que le aporta el sector privado. Justamente esos atributos, forjados por los revolucionarios 2.0, sin imposiciones ni ofensivas gubernamentales foráneas, fueron de los que voluntariamente se sirvieron los tunecinos y egipcios para gestar sus revoluciones.
no se entenderá Oriente Próximo sin comprender su fe
Tony Blair: La religión importa: no se entenderá Oriente Próximo sin comprender su fe
Un nuevo tipo de debate está cobrando forma. Puede girar en torno a la inmigración o el proteccionismo, pero sobre todo tiene que ver con cuestiones relacionadas con la cultura y la integración, y en conjunto es más vigoroso y potencialmente más volátil.
En Oriente Medio, versa sobre si Occidente respeta de manera fundamental o no la religión del Islam, y el conflicto Israel-Palestina está atrapado en él.
En Europa, versa acerca de si nuestra tentativa por integrar culturas ha triunfado o no; y en la medida en que existe la percepción de fracaso, si nuestra generosidad a la hora de permitir la inmigración y fomentar el multiculturalismo ha sido explotada.
Aquí se intuye a menudo que las naciones anfitrionas son injustamente explotadas por aquellos que quieren los derechos sociales de Occidente, pero no sus valores. El desafío económico está agravando el cultural.
A la hora de confrontar este reto, la democracia y el cambio económico no bastan. También hay un reto social. ¿Queremos sociedades que sean abiertas hacia aquellos que tienen religiones y culturas distintas a nuestras propias tradiciones?, ¿o queremos, frente a la inseguridad y la crisis económica, cerrarnos al exterior, buscar lo que algunos llamarían nuestro interés primero y por encima de cualquier otra consideración?
Y si queremos sociedades abiertas, ¿cuáles son las condiciones para que prevalezca esa apertura? La lección que aprendemos de forma inequívoca, con gran diferencia, del pasado de Europa es que cuando nos cerramos perdemos. Y si ése fue el caso en tiempos pretéritos, cuánto más hoy en la era de vertiginosa globalización en la que las tecnologías, los medios de masas y las redes sociales están contrayendo el tamaño del mundo.
Pasa lo mismo en Oriente Medio. Hay tres elementos en juego. Uno son los regímenes, aliados de Occidente a menudo, seguros de necesitar mantener un control estricto sobre sus poblaciones, porque de lo contrario fuerzas radicales, y por lo demás incontrolables, con una forma estrecha de ver el mundo, serán liberadas para sembrar el caos. El segundo son las propias fuerzas y el tercero es un grupo de ciudadanos a los que podría llamar modernizadores.
Mantienen una postura abierta política, económica y socialmente. Deberíamos estar alentando claramente una evolución constante de esa tendencia modernizadora. Muchos de los gobernantes de esa región querrían ver una evolución así.
La fe, determinante
Sin embargo, ellos operan en una zona donde la religión ocupa un espacio vital de la sociedad, por no decir determinante. Pregunte lo importante que es la religión en la vida cotidiana de la población de Europa y la respuesta rondará el 30-35 por ciento. En Oriente Medio es el 90-95 por ciento.
Si no se comprende la fe en Oriente Próximo, no se entiende Oriente Próximo. En la medida en que estos cambios recientes modifican la región, la forma en que ésta afecte a esa transformación es profundamente significativa. Si la democracia trae consigo una postura abierta no sólo a la economía, sino a la sociedad y la religión, ello será enormemente benéfico. De lo contrario, agravará la sensación de inquietud y alienación entre Oriente y Occidente.
La parte de la política en Oriente Medio que brilla por su ausencia es la interreligiosa. Porque si la inquietud es que los musulmanes consideren que al Islam se le ha faltado el respeto por parte de Occidente, la respuesta es participar de un diálogo que demuestre que no es así. Esto empieza en la escuela, debería analizarse y debatirse en las universidades y apoyarse en un intercambio político, social y cultural.
El motivo por el que la religión resulta importante es que tiene que ver con mucho más que con la religión. Tiene que ver con la historia, la cultura, la tradición, la identidad, la sensación de pertenencia y de importancia. Se trata de la filosofía de la vida. Es el espíritu, no la carne.
Si Oriente Medio da lugar al relevo político, sin cambio social basado en una mentalidad abierta hacia los otros, entonces habrá sido una revolución a medio hacer y sin rematar, y el cambio económico, tan vital para impulsar la situación de las poblaciones, se quedará corto de igual forma.
Tal cambio no puede llegar sin que el Islam y, en la práctica, todos nosotros aceptemos la realidad del siglo XXI. Es, por tanto, nuestro deber en este momento dialogar, abrir nuestras propias mentes en lugar de cerrarlas, avanzar las causas de la justicia y la paz; hacer frente común con los modernizadores y darles esperanza; es su deber liderar, responder al diálogo, manifestar ese respeto, e igualmente entre personas de todas las religiones y de ninguna. Es un propósito compartido.
Necesario el cambio
Este cambio puede ser administrado con el tiempo y con atención, pero tiene que producirse. De lo contrario, hago la siguiente predicción. Hasta con democracia, los de Oriente se sentirán, en el fondo, en hostil competencia con Occidente por ver cuál es la cultura que domina. Y los occidentales reaccionarán a esta hostilidad intuyendo que se tienen que defender.
El resultado será un enfrentamiento en el que las mentalidades abiertas se sentirán desautorizadas y las cerradas tomarán el relevo. Basta con echar un vistazo a la historia: esos enfrentamientos siempre acaban en lo mismo. En el peor de los casos, existe la posibilidad de conflicto.
Ése es el motivo por el que, incluso con toda la incertidumbre y la inestabilidad del momento, deberíamos manifestar un renovado compromiso con la seguridad del Estado de Israel y la dignidad de la independencia de los palestinos.
Éste es el momento de demostrar que si la paz entre israelíes y palestinos se encuentra en un callejón sin salida, existe una inmensa voluntad de eliminar el bloqueo y seguir adelante. Es hora de que nuestras ambiciones sean audaces al margen de lo difíciles que sean de realizar.
Pero aunque las circunstancias de Oriente Medio puedan ser únicas, la misma necesidad de entender la importancia de la religión se puede encontrar en todos lados. En China, donde hay más musulmanes que en Europa, más católicos practicantes que en Italia y alrededor de 100 millones de budistas, la fe marca las vidas de muchos.
El caso es igual, por supuesto, en la India. Lo mismo se podría decir de Latinoamérica; e incluso si la cifra de fieles practicantes en Europa es inferior, la importancia de la cultura judeocristiana es palpable. ¿Quién puede decir que la creencia religiosa no cuenta en Estados Unidos? ¿Un ateo sería elegido presidente? Probablemente no.
Adondequiera que se mire hoy, la religión pesa. La fe motiva. Comprender la fe, a sus fieles, sus corrientes, sus estructuras puede ser igual de importante que entender el producto interior bruto de un país, sus sectores de negocio, sus recursos. La sensibilidad religiosa es igual de importante que la racial o sexual. Para los políticos, los empresarios o la gente corriente interesada, conocer la perspectiva religiosa de un país es una parte esencial para entenderlo íntimamente.
La globalización está catalizando todas estas tendencias. Cuando me piden que defina las principales características del mundo actual, les digo: su velocidad de cambio.
Los movimientos, los cambios bruscos de opinión, las olas de transformación que surgen cobran fuerza y se estrellan contra nuestras posturas o nociones preconcebidas a velocidad asombrosa. O hacemos ajustes, o nos arrastran.
Tony Blair. Ex primer ministro de Reino Unido.
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