lunes, 13 de junio de 2011

Los americanos padecerán

Los americanos padecerán bajo los nuevos mandatos de Obamacare

Ericka Andersen

Es fácil ver por qué crece sustancialmente la impopularidad de Obamacare con cada nuevo detalle que aparece. Como tristemente dijo la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi (D–CA), teníamos que aprobar la ley para descubrir lo que hay en ella. Bien, ahora ya sabemos.

Muchas empresas afectadas por Obamacare —aquellas que no son lo suficientemente afortunadas para recibir las codiciadas dispensas — ven ahora sus reducidas opciones de seguros médicos con extrema precaución.

Un nuevo e impactante estudio de McKinsey & Company concluye que el 30–50% de las empresas que actualmente proporcionan seguros médicos a sus empleados probablemente dejarán de hacerlo. Sí, es correcto. Incluso si a Ud. le gusta su seguro, no podrá conservarlo, como famosamente prometió con fruición el presidente Obama.

Obamacare ofrece subsidios para trabajadores de bajos y medianos ingresos que no tienen seguro médico a través del trabajo y a la vez que multa a las compañías que no ofrezcan cobertura. Pero para los empresarios, pagar la multa será mucho menos caro que continuar ofreciendo cobertura. Como destaca correctamente el informe McKinsey, esto será así incluso si los empresarios les pasan los ahorros (tras pagar las multas) a los empleados en forma de mayores salarios o con otros beneficios, como más días de vacaciones o mayores contribuciones a los planes de pensiones.

En un reciente trabajo, Paul Winfree y Brian Blase, de Heritage, escriben que “los subsidios fomentarán que los empresarios abandonen la cobertura, que se perpetúe un sistema tributario ya inequitativo y desamotivará trabajar y poder escalar socialmente”.

En esencia, los empresarios se están viendo obligados a abandonar la cobertura que dan a sus empleados para poder seguir siendo rentables. Así, muchos de sus empleados no tendrán otra elección para tener cobertura de atención médica que el sistema especializado de seguro médico de los estados.

Los pequeños negocios son la savia de la economía americana y los empresarios se ven ahora obligados a sacar cuentas por los nuevos mandatos de la ley de salud, sumado además a una serie de nuevas y costosas regulaciones en otras áreas. Toda esa regulación constituye una cara barrera que desestimulan el espíritu emprendedor y la creación de empleo.

Los efectos serán especialmente duros sobre los negocios que emplean fundamentalmente a trabajadores de bajos salarios, como restaurantes, tiendas minoristas, asilos de ancianos, hoteles, etc. Pero haciendo gala de la igualdad de oportunidades, los mandatos de Obamacare también destruyen a las pequeñas empresas. Cualquier negocio de más de 50 empleados debe proveer cobertura o pagar una multa. Cualquiera de las dos opciones probablemente perjudicará muchas de esas empresas porque sus beneficios no cubrirán ni el aumento del costo de la cobertura ni las nuevas sanciones.

Scott Womack, que posee once restaurantes IHOP en el Medio Oeste, está extremadamente preocupado con los costos de los mandatos que la ley impondrá en sus negocios.

“Creo que no se puede establecer un mandato sobre una empresa como la nuestra sin saber primero que la industria puede realmente pagarlo, e indudablemente esta industria no puede pagarlo”, dijo Womack en una entrevista exclusiva con la Fundación Heritage. “Esta legislación va a costar entre $7,000 y 10,000 por empleado. … Vamos a tener que tomar drásticas medidas para poder pagar esto, como recortar las horas laborales, los servicios, ver cómo reducir un montón de cosas por las que ahora pagamos”.

Está claro que los opresivos mandatos de Obamacare están estructurados de forma que perjudican el crecimiento de las empresas y los empleos en América — algo que justo ahora necesitamos mejorar desesperadamente. El índice de desempleo de la nación se incrementó de nuevo la semana pasada hasta alcanzar el 9.1%.

De las nuevas 204 excepciones que la administración Obama recién aprobó, 38 son para restaurantes, bares y hoteles en el distrito de Pelosi. Al mismo tiempo, el estado de Nevada, el del líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid’s (D), recibió otra excepción a la ley para un requisito diferente de Obamacare —uno que se impone a las compañías de seguros médicos pero no a los planes de los empresarios— debido a la preocupación de que sin esa excepción las compañías de seguros dejarían de vender cobertura en el mercado de seguros individuales de Nevada. Si Obamacare era tan bueno para estos dos adalides de esa causa, ¿entonces por qué ahora no es suficientemente bueno para sus estados?

Los mandatos sobre los empresarios son simplemente demasiado onerosos. Como se ve, la mayoría de empresas quieren una forma de salir de ahí. Solo unos pocos, privilegiados y políticamente bien conectados tienen la oportunidad.

Como dijo el representante Mike Pence (R–IN), “Mayores impuestos y reglamentaciones gubernamentales tienen invariablemente un costo y casi siempre es un costo en empleos”.

Y eso es algo que América simplemente no se puede permitir.

La amenaza iraní que no se puede ignorar

La amenaza iraní que no se puede ignorar

Mike Brownfield


El líder de Irán, Mahmud Ahmadineyad, dijo una vez que Israel debe ser “borrado del mapa”. Y ahora Irán está decidido a tener el dedo en el disparador de un arma nuclear, sin embargo la administración Obama continúa prácticamente en silencio sobre la naciente amenaza mientras las nubes negras que se ciernen sobre Irán van camino de ser demasiado negras para ignorarlas.

Ayer, después de las noticias de que Irán tiene pensado triplicar su producción de uranio enriquecido, Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania publicaron un comunicado conjunto pidiendo a Irán que dé más información sobre sus intenciones nucleares y que el ansia nuclear del país está provocando “profunda preocupación” a cierto número de potencias mundiales. Entre tanto, Estados Unidos sancionó al jefe de la policía de Irán y tres organizaciones gubernamentales que dice están implicadas en la brutal represión de ciudadanos iraníes.

Pero eso es sólo la punta del iceberg.

James Phillips, de Heritage, escribe que el programa de enriquecimiento de uranio de Irán se ha incrementado un 84% desde 2009, según un nuevo estudio del Nonproliferation Policy Education Center; y el autor Greg Jones estima que Irán podría producir suficiente uranio de grado militar para producir un arma nuclear en 62 días si se le antoja.

Según informes sin confirmar, la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán ha adquirido dos ojivas para misiles que pueden equiparse con armas nucleares. Y un recién filtrado informe de Naciones Unidas describe lo que se cree son intercambios de tecnología de misiles balísticos entre Corea del Norte e Irán, pasando esa tecnología a través de un país vecino no nombrado, que varios diplomáticos de Naciones Unidas, bajo condición de guardar el anonimato, identificaron como China.

Aparte del intento de Irán de conseguir armas nucleares, el país está también fomentando la inestabilidad política en Oriente Medio. El experto de Heritage Peter Brookes escribió en marzo que las noticias de que fuerzas de la OTAN capturaron en abril 50 cohetes iraníes destinados a los talibanes en apoyo de la esperada ofensiva de primavera. Las armas se podrían haber usado para atacar a las fuerzas de Estados Unidos y de la coalición o como medio para aterrorizar centros de población.

Luego está el plan de Irán de extirpar la libertad de expresión creando su propia versión de Internet — que es otro paso más en la represión de su pueblo.

Pero estas amenazas sobre otras amenazas solo despertaron escasa atención en la audiencia de ayer en el Senado para la confirmación del nominado como secretario de Defensa, Leon Panetta que señaló que se referiría a las actividades nucleares de Irán a puerta cerrada, aunque admitió que “no hay duda de que continúan intentando desarrollar algún tipo de capacidad nuclear”.

No es la primera vez que un miembro de la administración Obama ha tocado el tema de pasada y eso viene desde la cabeza. En un importante discurso sobre Oriente Medio el pasado mes, el presidente Obama solo dijo: “Se conoce bien nuestra oposición a la intolerancia de Irán, como también a su programa nuclear ilícito y a su apoyo al terrorismo”. Sus suaves palabras distorsionan la seria naturaleza de la creciente amenaza de Irán.

Que el presidente se rehúse a confrontar honestamente la gravedad de la amenaza iraní — no digamos ya condenar las acciones del régimen — está en línea con su búsqueda de una nueva vía en Medio Oriente, una Doctrina Obama caracterizada por ser agradable con los enemigos en vez de reconocer las realidades del mundo. El experto de Heritage James Carafano escribe:

Cuando llegó a la Casa Blanca, el presidente Obama se centró con precisión láser en una “ofensiva de encanto” con Irán. Cuando se alzaron voces contra el régimen de Teherán a poco de las disputadas elecciones generales, Obama prácticamente no ofreció ningún apoyo a los gritos por la libertad. Sin embargo, la “iniciativa de caerle simpático” a Teherán no funcionó. Hoy, el régimen es más agresivo que nunca — respaldando un golpe terrorista sobre el gobierno del Líbano, burlándose de los negociadores nucleares occidentales y promocionando un programa islamista en toda la región.

Ahora y a pesar de todo, la ofensiva de encanto del presidente no está funcionando. Ya es hora no solo de reconocer el problema sino también de hacer retroceder a Teherán, contrarrestar su búsqueda del dominio regional, presionar para que se implementen activamente las sanciones existentes, luchar por sanciones más exhaustivas y concitar la condena internacional por los abusos de Irán contra los derechos humanos.

Lo que haga Panetta determinará la seguridad nacional

Lo que haga Panetta determinará la seguridad nacional

Mackenzie Eaglen


En su audiencia de confirmación ayer, el nominado al puesto de secretario de Defensa Leon Panetta sostuvo que la Guerra Fría del siglo XX había sido reemplazada por una avalancha de amenazas del siglo XXI. Señalando que “para nuestras tropas, no ha habido escasez de guerra”, Panetta probablemente se concentrará en reducir el compromiso americano en Irak y Afganistán, así como en completar una revisión exhaustiva de los roles y misiones militares para cumplir el objetivo declarado del presidente de recortar 400,000 millones de dólares en gastos de seguridad durante la próxima década.

No obstante, Panetta no respondió de dónde saldrían estos recortes y qué programas y capacidades podrían verse afectados.

Gran parte de su audiencia se centró en el conflicto en curso en Irak y Afganistán. En lo que respecta a Irak, Panetta habló de la posibilidad de una presencia sostenida de Estados Unidos después de 2011, fecha prescrita por el Acuerdo del Estatus de las Fuerzas (SOFA). Panetta sostuvo que el presidente debería “considerar seriamente” la continuación del despliegue de tropas estadounidenses si así lo solicita el gobierno iraquí.

Sobre Afganistán, Panetta sostuvo que se habían conseguido “frágiles y reversibles” avances en materia de seguridad, así como con la capacitación y el equipamiento de la policía local y las fuerzas militares. El verdadero problema radica en la lentitud de crear un gobierno justo y receptivo – un proceso que va a la zaga de la necesidad de mejorar la seguridad.

Teniendo en cuenta la fragilidad de lo ganado en Irak y Afganistán, Panetta haría bien prestando atención a su propio consejo de que pagaríamos muy caro fracasar en estas iniciativas. A lo largo de toda la sesión, Panetta se resistió a aceptar oficialmente estar de acuerdo con el saliente secretario de Defensa Robert Gates de que cualquier reducción de tropas en julio debe ser modesto, dejando abierta la posibilidad de una retirada más acelerada de lo que muchos planificadores militares habían previsto originalmente.

Panetta se comprometió a garantizar de que Estados Unidos tenga las fuerzas militares “mejor entrenadas y equipadas” del mundo; sin embargo, envió mensajes contradictorios sobre sus puntos de vista respecto a la reducción de gastos de defensa. Dijo que Estados Unidos necesita los “mejores” aviones de combate disponibles y rápidamente pasó a expresar su preocupación por los crecientes costos de los cazas F-35. Con la producción del F-22 llegando a su fin, el F-35 sigue siendo el único caza de quinta generación para reemplazar nuestros aviones de combate táctico envejeciendo a pasos agigantados y profusamente usados.

La pregunta central, a largo plazo y sin responder es el plan del presidente Obama para recortar $400,000 millones de los presupuestos de seguridad nacional. Panetta afirmó que estaban a la espera de un estudio oficial sobre el tema antes de determinar el ritmo, las zonas y el alcance de estos recortes, pero él presupone el resultado porque dijo que no creía que la revisión mostrara un riesgo adicional para los militares. Esa afirmación no cuadra completamente con sus comentarios de que vaciar el ejército sería un terrible error, al igual que lo serían los recortes generalizados de defensa – lo cual es cierto.

Por desgracia, no hace falta tener un “ejército hueco”, como el senador John McCain (R-AZ) lo denominó, para que la seguridad nacional salga perjudicada. Incluso recortes relativamente pequeños en defensa, si se aplica en la zona equivocada, pueden perjudicar la capacidad de Estados Unidos para proyectar poder en el extranjero, garantizar la defensa de nuestros aliados, o para cumplir con los compromisos internacionales.

Como el senador McCain dijo: “Los gastos de defensa no son los que están hundiendo al país en una crisis fiscal”. No está claro si las palabras de Panetta sobre la retirada dependiendo de las condiciones en Irak y Afganistán, o un análisis sobrio e imparcial sobre necesidades, capacidades y presupuestos militares, se traducirán en acciones que vayan a la par con lo que afirmó ahora.

Panetta tiene razón al apuntar que se viene una avalancha, pero es demasiado pronto para decir si esta enterrará al ejército.

El recurrente colapso keynesiano

El recurrente colapso keynesiano

David Weinberger

La política keynesiana de intentar incrementar la demanda total, o sea, la demanda “agregada” – bien mediante el gasto gubernamental, bien mediante reducciones de impuestos para dejar más dinero en los bolsillos de la gente en la esperanza de que se lo gastarán – para revivir la economía, nunca funciona. El último caso de fracaso keynesiano es la reducción de impuestos sobre la nómina.

Al igual que sus predecesores, como era de prever, este “estímulo”, que estaba dirigido a poner dinero en los bolsillos de la gente, fracasó. La economía no se vio afectada y de hecho parece estar frenándose de nuevo, como el informe de desempleo del día 4 subraya.

Esta no fue la primera vez que el estímulo keynesiano fracasó en su empeño de estimular la economía.

Recordemos que el keynesianismo también falló en revivir la economía en la época de la Gran Depresión, durante la cual el gasto del gobierno se incrementó en los años 30 pero el desempleo siguió en tasas de doble dígito; fracasó en 2001 cuando el presidente Bush intentó estimular la economía y sacarla de la recesión con unos descuentos fiscales; falló con el presidente Bush una segunda vez en 2008 cuando el gobierno gastó cientos de miles de millones de dólares; y fracasó en 2009 con el presidente Obama después de que gastáramos la mayor cantidad de dinero en nombre del keynesianismo –unos $800,000 millones– para revivir la economía. La única cosa que se puede decir del estímulo keynesiano es que es bipartito – fracasa con los republicanos tan eficazmente como con los demócratas..

A pesar de haber fallado siempre, nuestros solones acordaron intentar el método keynesiano otra vez más a finales de 2010. El acuerdo al que se llegó a mediados de diciembre fue que, a cambio de no subir los impuestos a los ricos, tendría lugar, empezando en enero de 2011, un “estímulo” de un año, un recorte de dos puntos en los impuestos sobre la nómina.

La extensión temporal de las reducciones de impuestos de Bush a los dos tramos superiores de ingresos no fue un estímulo tampoco. Ni era su intención. No se redujeron los tipos impositivos. Más bien, impedir que esos tipos aumentaran previno que una subida de impuestos debilitara aún más la economía.

[La Oficina de Análisis Económico (BEA)] informó de que su primera estimación para el crecimiento del PIB real del [primer trimestre de 2011] fue 1.8%. Esto representa una drástica bajada desde el crecimiento del 3.1% del cuarto trimestre de 2010 . . .. En el primer trimestre de 2011, este estímulo supuso unos $110,000 millones (anualizados), o cerca del 0.73% del PIB. Dada la creencia keynesiana en los “multiplicadores”, el resultado debería haber sido un incremento del PIB real del primer trimestre de 2011 significativamente superior al del cuarto trimestre de 2010. En vez de eso, el crecimiento real cayó, dando por tanto una prueba más del mundo real de que el estímulo keynesiano no funciona.

Esto no es sorprendente. La política del estímulo keynesiano se edifica sobre el supuesto de que el gasto gubernamental tiene un efecto multiplicador sobre la economía, lo que significa que $1 gastado por el gobierno añade más de $1 a los ingresos nacionales totales. El error está en ignorar el hecho de que para que el gobierno recaude dinero para gastarlo con déficit, primero debe retirar ese dinero de la economía privada a través del endeudamiento, resultando en un multiplicador reductor de igual magnitud. Los dos conjuntos de multiplicadores se cancelan entre sí. No hay incremento neto de la demanda total.

La misma lógica se aplica a las reducciones de impuestos de estilo keynesiano dirigidas a poner dinero en los bolsillos de la gente: si el gobierno no aumento el gasto pero reduce los impuestos, sigue teniendo que pedir prestado dinero de la economía privada para financiar sus niveles actuales de gasto. Así, quitar dinero de la economía para financiar los recortes deja la demanda total inalterada.

De todas maneras, aunque las reducciones de impuestos para elevar la demanda agregada son ineficaces como estímulo económico, las clases adecuadas de recortes pueden ser estimulativos. Las reducciones de impuestos con tal efecto deben reducir los tipos fiscales en la actividad económica marginal – el tipo impositivo en el último dólar ganado– ya que es esto sobre lo que los agentes económicos toman decisiones de inversión y esfuerzo laboral. Y los recortes deben ser permanentes.

Por ejemplo, si los ingresos de alguien son suficientemente altos como para que se vea incluido en el tramo del 35% (actualmente la más alta tasa impositiva individual), entonces pagará $35 de los siguientes $100 que gane. Si ese tipo tributario se recorta a, digamos, el 25%, entonces esa persona pagará $25 –y ganará $10 adicionales– por los siguientes $100 que gane. El incentivo es entonces mayor para crear $100 adicionales de riqueza.

Aunque las rebajas de impuestos de 2001 que tenían por objetivo elevar la demanda fracasaron en revivir la economía, se rebajó los tipos marginales para individuos. Originalmente, estas reducciones iban a entrar en vigor de forma gradual hasta 2010. Sin embargo, se aceleró el cambio en 2003 y se redujo también los tipos impositivos sobre dividendos y ganancias de capital. Es entonces cuando, no por coincidencia, la economía despegó.

Hoy, ejemplos de dónde este tipo de reducción de impuestos podría estimular la economía incluyen las tasas fiscales de los impuestos de sociedades y la renta personal, así como las tasas aplicables a las ganancias de capital y dividendos. Recortar cualquiera o todos esos tipos impulsaría el trabajo y la inversión, tal como hicieron en 2003. Por supuesto, dados los actuales déficits presupuestarios, reducir los impuestos es especialmente difícil, que es otra desafortunada consecuencia del masivo estímulo de Obama – ha hecho especialmente difícil promulgar estímulos efectivos. De hecho, la Oficina de Presupuesto del Congreso anunció recientemente que el estímulo de Obama subió en realidad el déficit en $840,000 millones, mucho más de lo originalmene proyectado.

Incluso la reducción de los tipos marginales en la nómina ayudarían, no debido a un aumento del flujo de caja de las familias, sino porque da a aquellos con la oportunidad más incentivos para trabajar y producir. Desafortunadamente, incluso este efecto se ha borrado en gran medida de la reducción de impuestos sobre la nómina que ha defendido el presidente Obama, ya que esta reducción fue temporal. El alivio fiscal temporal de casi cualquier clase produce pocos beneficios de crecimiento.

Los que propusieron la reciente medida responden que el keynesianismo no se ha intentado nunca con el vigor suficiente. Después de todo, además de argüir que el gasto del New Deal no fue suficientemente grande en los años 30, arguyen que el estímulo del presidente Obama no fue suficientemente grande. Esperen y verán cómo dicen que este último estímulo del recorte de impuestos sobre la nómina no fue suficientemente profundo tampoco.

¿En qué momento le cortaremos oficialmente la cabeza al argumento de Keynes y enterraremos el concepto del estímulo fiscal keynesiano? Probablemente no hasta la siguiente recesión que ocurra cuando haya una administración comprometida con el gasto público y asqueada con las reducciones de tipos.

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